Masterclass - Bill Plympton
En el auditorio de la Escuela Multimedial Da Vinci, el animador y cineasta estadounidense Bill Plympton repasó su carrera, presentó cortometrajes y brindó consejos a la hora de encarar producciones propias.
Nacido y criado en Portland, el artista recordó: “Llovía todo el tiempo, así que me quedaba en casa haciendo dibujos. Ya sabía que quería ser animador. Recolectaba libros y películas que tuvieran que ver con eso”.
En 1985, Plympton recibió una invitación para dirigir y animar el corto Boomtown. “Me dijeron que buscarían a alguien para mostrarme cómo hacer una película animada. No me pagaron, pero yo solo quería aprender. Después, decidí que quería hacer mis propias películas”.
A lo largo de la charla, dibujó en vivo personajes de varios de sus cortometrajes -luego proyectados- y hasta de su nueva película, Slide (“tiene un tono muy personal”). Además, presentó Your Face, obra que le valió el reconocimiento de la industria tras su nominación al Óscar de Mejor Cortometraje Animado de 1987.
“Es un film sin edición. Pensé que me iban a abuchear y echar de la sala. Pero la gente empezó a reírse. Fue la primera vez que escuché al público, porque antes trabajaba en historietas en revistas y diarios. Me sentí como en casa”, sostuvo el animador.
Años después, en 1992, llegó su primer largo, The Tune, que también fue el primero en la historia en ingresar al Festival de Sundance. “Hice todos los dibujos y lo financié yo mismo. Nadie había dibujado un largometraje entero animado hasta ese entonces”, indicó.
Luego señaló que realizaba dos cortos por año, con un largo cada tres. En ese marco, planteó su “dogma”: “Deben hacer las películas cortas, baratas y divertidas”. Además, aseguró que se ocupaba de casi todos los roles, desde la producción hasta el guion, la animación y la edición. “Si hacen todo esto, la película no les costará nada”, bromeó.
Plympton recomendó enviar los cortos a festivales, anotar ideas o personajes en una libreta (“hay que tener curiosidad”). También comentó que presentaba sus películas desde sitios como cines con colecciones de cortos hasta librerías, museos, universidades y Netflix. “También el merchandising, los trabajos a pedido y los sitios de ‘crowfunding’ ayudan a financiar mis proyectos”.
El animador se detuvo en una anécdota: “A los 16 años, le vendí dibujos a Disney. La respuesta fue buena, pero me dijeron que era demasiado joven. Cuando me nominaron al Óscar, me enviaron un contrato millonario. Iban a tener los derechos de mis cortos e ideas, así que rechacé la oferta. Pero no hay respuesta correcta sobre si prefieren trabajar para un estudio o para ustedes mismos. Incluso, si volviera el tiempo atrás, trabajaría años en un estudio para luego independizarme”.
“Cada mañana, cuando voy a la pizarra, dibujo lo que quiero y eso, para mí, vale más que un millón de dólares”, finalizó.